Capitulo 10: Tercera Consulta: Enamoradizo


- ¿Cómo estas, Jake? – preguntó el doctor sentado frente al chico con sus piernas cruzadas

- Bien

- Te noto un poco desanimado

- Tal vez

- Cuéntame

- Tuve relaciones con un compañero de la escuela

- Ah… - desvió la mirada - ¿Estas confundido?

- No. Está claro quién soy.

- ¿Entonces?

- ¿Cómo puedes hablarme tan normal? – dijo el muchacho con la mirada fija en el doctor

- ¿A qué te refieres?

- Sigues determinado a mantener tu moral… bien… 

- Ya te dije. Estuve mal. No creí que realmente te iba a molestar. Debes entender que soy un 
adulto y que los adultos hacemos idioteces sin sentido. Discúlpame ¿quieres?

- No. No te disculparé a menos que realmente te sientas arrepentido de eso que hiciste. ¿Realmente te arrepientes?

- Jake… - Ambas miradas se entrecruzaron y se produjo un momentáneo silencio – Lo que hice no estuvo bien

- Estuvo bien para mí…

- Eres muy caprichoso… no eras así hace una semanas – se frotó la sien – Estuve mal y te explique por qué. Soy tu terapeuta… quiero ayudarte y si nuestra relación cambia no podré hacerlo

- ¿Solo me quieres ayudar porque soy tu paciente? – se acercó a donde el mayor estaba - ¿Realmente te arrepientes, doctor?

- ¿Qué haces, niño? – se sonrió mientras el menor se acomodaba en su regazo – Eres distinto al chico que entró aquí hace tiempo…

- Lo sé


El menor posó su labios en el cuello del mayor, quien no mostró resistencia ante ese acto. Se estaba dejando dominar por un niño de dieciséis años que lo estaba provocando ahí, en su propio consultorio, su lugar de trabajo. El joven recorrió el cuello y las mejillas, mordiendo un poco de piel a su paso llegando finalmente a los labios de su doctor. Se degustaron. Se volvieron a probar uno al otro. Un beso lento cuya fricción de lenguas ameritaba bocas abiertas para que ambos pudiesen disfrutarse uno al otro. Los brazos del menor se aferraron a los hombros del otro quien no tardo en regocijar al muchacho con caricias de sus frías manos adultas. Esas profesionales caricias a lo largo de la espalda del menor estaban creando una atmósfera más propicia a los gemidos ahogados por besos más apasionados y toscos. El instinto natural a la satisfacción de cada sujeto estaba volviéndose peligrosamente incontrolable. Las manos empezaron a buscar más piel que tocar y las bocas mas piel que besar.


Jake sentía que por fin obtendría lo que realmente deseaba, un hombre de acento finlandés. Pero el mayor interrumpió esa fogosa situación, buscando volver en sí acurrucó su cara en el cuello de su paciente. Respiró hondo, captando todo ese juvenil aroma. Las manos de Jake permanecían aferradas a su espalda sin intenciones de dejarlo ir. El mayor dejó una mordida en la nívea y tersa piel del cuello del muchacho.


- Acomódate la ropa, Jake… pronto acabara la sesión.

- Bésame antes de que me marche… Me alegrarías el día… - rogó el menor con la mirada gacha y un hilo de voz

- Pórtate bien, Jake


Sus labios profesionales besaron la joven boca de Jake provocando un estremecimiento por parte del menor. Sabían que no era lo correcto, pero ese tacto tan dulce se volvió una adicción para ambos.
Sonó el teléfono sobre el escritorio. Se despidieron en silencio, con unas miradas que no necesitaban de palabras.


Su joven sabor permanecía en su boca, su fresco aroma seguía impregnado en sus ropas y las sensaciones. Con dificultad logro seguir la conversación de sus otros pacientes, ese niño monopolizaba su mente una vez más. Era difícil de resistirse a alguien tan seductor pidiendo por su atención a gritos. Con treinta y seis años estaba a merced de un niño, bajo sus caprichos.


- Que tenga buena noche, doctor Valo – Se despidió la bella mujer de la recepción

- Descansa, Patricia.



***

Se quito los lentes para guardarlos en su estuche, se refregó la cara y pasó a guardar algunas cosas en un maletín. De forma pausada y calmada, se movió por el despacho apagando luces y cerrando puertas dejo el edificio.


Al fin llegaba a su piso, luego de horas con pacientes. Su piso ubicado en una zona no tan céntrica no era la gran cosa, si bien era un lugar espacioso no tenía mucho lujo. Un televisor LED decoraba la pared junto a la gran ventana del living donde había unos sofás que ocupaban gran parte del living. Mientras que la cocina estaba separada por un desayunador con un par de sillas altas color rojo, una cocina normal con un horno que jamás utilizaba y una heladera con mas cervezas que comida. Alacenas altas y bajas con pocas cosas, unos platos, vasos y tazas.
Como de costumbre se desvistió quedándose sólo con unos pantalones más cómodos y llamó al deliveri por algo de comer. De una alacena alta saco un Jack Daniel’s, su preferido, y se dejó caer en su sofá.


Una vida solitaria, su familia estaba en Finlandia al igual que sus amigos, estaba solo en ese lugar. Pero amaba su trabajo y eso le era suficiente. Ayudar a los jóvenes era algo muy gratificante para él, quien hubiese querido tener a alguien que lo guiase en su adolescencia. Su corazón fue roto en varias ocasiones, ser bisexual le había traído problemas. Su ‘promiscuidad’ provocaba cierto temor en sus parejas y estas terminaban por dejarlo. Otras no creían que fuese algo serio una relación con él, debido a su ‘condición’ solo era alguien con quien divertirse.


Esperaba mucho de las personas y nadie pudo con él. Enamoradizo. Un hombre inspirado en el amor verdadero, en el amor que supera la muerte misma, ese era él.


- Diga…

- Buenas noches, doctor… - dijo una joven voz

- ¿Jake?

- Solo llamaba para desearte dulces sueños

- Qué lindo – se sonrió acomodándose en su cama – ¿Aún estas despierto?

- Hacia tarea… hay días que no puedo dormir mucho…

- Sólo deja de pensar y duerme… eres joven y necesitas dormir – se rió - ¿Estás bien?

- Si… ¿Usted?

- ¿Usted? – se carcajeó torpemente – Tutéame… si quieres dime Ville…

- Prefiero doctor Finnish

- ¿Finnish? ¿De verdad? Eres tan lindo… - susurró

- Tú eres lindo… extraño… extraño tus besos.


Valo mordió su labio inferior y cerró sus ojos con fuerza, esa voz tan fresca desvelándolo en su cama, deseándole dulces sueños, y diciendo que extrañaba sus besos, le provocaron un estado de excitación prematura.


- Pórtate bien, Jake

- Por supuesto, Doctor Finnish


Joven y perverso muchacho. Poniendo al doctor en los límites de la cordura, provocando a esa alma ansiosa por dar amor y ser correspondido. Relajó su cuerpo, no quería cometer un error pero su cabeza ya no podía controlar esos sentimientos y esos instintos que afloraban naturalmente.


- Eres un torpe, Ville – Se regañó antes de quedarse dormido




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