Dr. Finnish - Capítulo 16: ¿Depredador?
Valo se separó del muchacho y se puso de pie con rapidez. Intentó ayudar a Jake pero Amanda se acercó y empujó al psicólogo.
- ¡¿A caso está loco?! – Golpeó el suelo con los pies - ¡Es un niño! ¡No puede aprovecharse de él!
- Discul…
- ¡Fuera de mi casa! – Gritó muy alto y con tanta ira que su garganta le ardió
- De acuerdo – Asintió Valo con la miraba gacha. Se encaminó hacia el living y tomó sus cosas
- No… - Gimoteó el chico poniéndose de pie con ayuda de la pared. Sus muslos le dolían y se torso ardía por los golpes - ¡Ville! – Lo llamó pero el otro ya no estaba – Ville…
- Ay… Dios… hijo ¿estás bien? Ese hombre… - La mujer obligó a que su hijo lo mirara tomándole el rostro entre sus manos - ¿Él se aprovechó de ti? Es… Es un pervertido – Lo abrazó pero Jake la empujó
- No es un pervertido – Frunció el ceño y con un tono de voz muy alto – Yo lo amo y él me salvó… Él me hizo darme cuenta de que podía dejar de pelear – Intentó irse
- No – Susurró su madre atrapándolo entre sus brazos – Eres un niño… Él te engañó
- ¡Suéltame! – Se resistió pero ella no iba a soltarlo - ¡Él no me engañó! ¡Déjame! – Sus heridas lo obligaron a detenerse y gimió
- No lo vuelvas a ver… Ni yo – Le susurró la mujer
Quería huir, pero su cuerpo estaba muy maltratado y no se lo permitió, así que decidió ir al living y recostarse sobre el sillón. Su madre trató de hacerlo dormir en su cama, pero él se negó. Cualquier lugar sería incomodo, su cuerpo dolería igual.
Amanda preparó té y le llevó brownies, esos de chocolate y fresas que había preparado especialmente para su doctor. El chico se negó a moverse de su lugar, tampoco le dirigió la palabra a su madre quien suplicaba en silencio a que su único hijo no sufriera más.
El dolor no era sólo del adolescente, Amanda debía enfrentar toda esa situación con su hijo recién salido del closet, con el terapeuta pervertido y con esos niñatos delincuentes que irrumpieron en su hogar y atacaron a su pequeño. Había que entender a la pobre mujer, quien sólo buscaba proteger a su bebé.
Por la mañana, Amanda preparó el desayuno. Por más que quería quedarse en casa a cuidar de Jake debía ir al restaurante, puesto que como chef tenía la responsabilidad de hacer los pedidos de mercadería y de organizar la cocina del establecimiento, y de seguro volvería poco después del mediodía cuando haya organizado todo. En una pequeña mesa ratona de madera, la mujer dejó una bandeja con una taza de té de hierbas, unas tostadas, un frasco de mermelada y un poco de mantequilla.
Sé despidió de él, pero no obtuvo respuesta, su hijo ni siquiera se volteó a verla. Se fue luego de avisarle que volvería para hacerle el almuerzo.
Después de un rato, Jake se levantó para buscar su celular, volvió a acostarse en el incómodo mueble.
Marcó el número privado de su doctor. Sonó y sonó, pero nadie atendió. Entonces marcó al consultorio.
- Buenos días, consultorios del doctor Valo ¿en qué puedo ayudarle?
- Necesito hablar con Valo – respondió el chico reprimiendo su ansiedad
- ¿Quién lo busca? – canturreó la dulce voz de la secretaria
- Un paciente, Jake Poove
- Aguarde un momento – Antes de que pudiese decir algo una odiosa musiquita comenzó a sonar por el teléfono.
Su respiración y su pulso se aceleraron, sin darse cuenta mordía nerviosamente la piel de sus dedos. Si no era atendido sería el final.
- ¿Pequeño? – Respondió una voz, esa voz que tanto amaba escuchar
Relajó los músculos y dejó salir un doloroso suspiro
- Te amo – fue lo primero que supo decir, en un suave susurro como si temiese que su madre lo escuchara
- ¿Dime cómo te encuentras, Jake?
- Quiero estar contigo – susurró
- ¿Qué hay de tu madre?
- Se fue. Estoy sólo – suspiró intentando mantener la calma
- ¿Solo? ¿Estás en tu casa? – Su voz se alteró - ¿Estás bien? ¿Puede ir alguien a hacerte compañía?
- Estoy solo – Repitió – Sólo tengo a mi madre y a ti
- Jake… - fue un gemido
- Ven a buscarme, por favor
- Yo… Yo no puedo hacer eso – dijo con un tono bajo y triste
- Por favor – sollozó el menor
- No puedo… - con voz apagada
- Te necesito – gimió el chico
- Desde… desde el principio fue mala idea – comentó el doctor
- No… No me dejes
- Te dije que mi comportamiento no era ético… no fui profesional, y lo único que te di fueron problemas... ¿Por qué no llamas a Matt?
- No lo quiero a él… Te quiero a ti. Eres el único que puede darme felicidad
- Yo no puedo hacer eso… Tengo pacientes que atender, y si voy a buscarte ¿qué pasará con tu madre?
- Ella no está aquí. Estoy solo y no puedo dormir… no puedo pisar ese mugroso pasillo sin temer a que alguien me salte desde mi dormitorio ¡No quiero estar solo! – gritó entre lágrimas
- Jake… Jake, conserva la calma. Márcale a tu madre. Ve con ella al trabajo
- ¡Te quiero a ti! Creí –bajó la voz – Creí que te gustaba. Creí gustarle al doctor Finnish – fingió una risa, puesto que el otro sabía bien que estaba sufriendo
- Lo lamento… - susurró con una voz cansada – Yo… Te ayudaré. Espera ¿sí? Voy a colgar
- ¿Qué harás?
- Nos vemos – contestó el mayor y luego cortó
Jake se recostó sobre el sillón en silencio con el celular aun en sus manos, con sus mejillas y pestañas empapadas de su dolor. Sin moverse un solo milímetro, esperando, así como esa profunda voz le había ordenado. No sabía qué le esperaba con exactitud, y eso le dio miedo. Sentía miedo de volver a estar solo con esa abrumadora mente destructiva que lo torturaba nuevamente. Era cómo una voz de otro Jake, un Jake distinto, un Jake que no tenía esperanza, ni fe. Ese que supo ser antes de que ese hermoso doctor entrara en su vida para salvarlo de sí mismo.
Su estómago rugía, no había comido nada desde que salió de la clínica el mediodía anterior, pero no tenía fuerzas de tomar ese té que seguramente estaba frío. No quería nada, sólo quería esperar a su doctor.
- ¿Jake? – lo llamó una voz muy peculiar - ¿Pequeño? – El chico abrió sus ojos lentamente encontrándose con esa mirada verde que lo cautivaba
- ¿Vi… Ville? – Estaba confundido. Tal vez era otro de esos tantos sueños húmedos que tuvo con él
- Soy yo, pequeño niño torpe
- ¿Viniste por mí? – estiró su brazo levemente y acarició la mejilla del mayor
- Traje a tu madre – lo ayudó a incorporarse hasta quedar sentado sobre el mueble
- ¿Mamá? – miró a su madre sin entender
- No te hagas ilusiones – la mujer frunció el ceño – Vendrás conmigo al restaurante
- ¿Por qué no te lavas la cara y te cambias de ropa? – Valo con su usual tono calmado
- Yo… No – Negó en chico
- Valo – Susurró la mujer con la mirada baja aferrándose a su bolso color canela, obteniendo la mirada del psicólogo - ¿Podrías ayudarlo? Verás… No ha querido levantarse de ahí… lo intenté y no pude moverlo
- Bien… Jake – volvió a mirarlo - ¿Iras a tu cuarto? Iremos contigo… Así que no estarás solo ¿De acuerdo?
- Sí – murmuró desanimado
Lo ayudo a pararse y le ofreció su zurda para caminar juntos hasta el aludido pasillo. Jake abrió la puerta de su cuarto y la empujó haciendo que esta se abriese sola hasta golpear la pared. Inspiró hondo y traspaso el umbral. Observó cuidadosamente su cama que estaba tendida con una colcha limpia, frunció el cenó al recordar las voces, el sonido de sus propios gemidos ahogados por un miembro erecto, el dolor y la humillación que le provocó esas miradas lascivas y el maltrato que recibió. Retrocedió chocándose con Valo. Pronto sintió sus amplias manos ejerciendo algo de presión sobre sus hombros y volvió en sí con la apacible voz de su amado.
- Busca ropa, Jake
El muchacho se giró para verlo y le sonrió para luego ponerse a buscar en su armario.
Amanda los observó, era claro el poder que el psicólogo tenía sobre su hijo. Él había logrado que se levantara y se cambiara en su propio cuarto, incluso con su sola presencia lo había hecho sonreír. El hombre se preocupaba por Jake, pero aún así seguía viéndole como una amenaza.
Era un hombre adulto con las facultades de poder hablar con elocuencia, tenía diplomas que lo abalaban. Doctorado en psicología, posgrado en psicología del niño y el adolescente, menciones especiales acerca de una tesis de la manera que los adolescentes se comunican, todo eso puesto en marcos en el hall del consultorio en donde la secretaria arreglaba las citas con Valo. Amanda había curioseado todo eso durante la primera consulta de su hijo con ese doctor. Jamás esperó a que la vida los llevara a una situación así. Para ella Valo era realmente un pedófilo.
Pero ¿un pedófilo, tendría el valor de acercarse a ella nuevamente?
Ciertamente estaba muy confundida. ¿Qué hacer con ese hombre cuando su hijo era feliz con sólo verlo? ¿Qué hacer con ese al que ella creía un depredador?
Desde el asiento del copiloto de ese Mustang, escuchó la conversación entre esos dos que al principio fue muy amena. Observó de soslayo a su hijo asomarse desde el asiento trasero apoyando sus manos sobre la cabecera del lugar del doctor.
- Debes llamar a Matt – Comentó el psicólogo
- ¿Y qué le digo?
- Es tu amigo ¿no? Dile la verdad
- Yo no quiero dejarlo solo en ese lugar… si me hicieron esto a mí…
- Por eso debes llamarlo. Hazlo durante el descanso
- Lo intentaré – dijo animado y con una sonrisa
¿Era realmente un depredador? Jake parecía tan cómodo hablando con él, ignorándola, compartiendo cosas de las que ella no tenía conciencia.
¿Qué debía hacer?
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