Dr. Finnish - Capítulo 17: Aroma a Tabaco


Habían pasado dos semanas desde el dramático ataque a Jake, los muchachos habían sido castigados con suspensión escolar y trabajo comunitario por dos meses. No era nada. Pero al ser menores de edad no podían hacer más, menos cuando sus abogados alegaban problemas psicológicos debido al estrés que les daban la presión de ganar los recientes torneos. De cualquier forma, Amanda y Jake se mudaron de departamento a uno más cerca del restaurante y la escuela pública a la que el chico asistiría de ahora en adelante. Con respecto al psicólogo, él hacía sesiones cortas de media hora a Jake después de la escuela y su madre lo pasaba a buscar en su descanso.


Matt había entendido la situación a la perfección y lo compadeció. Se volvieron más cercanos, hasta decidió cambiarse a la misma escuela que se amigo. Sus padres no estuvieron muy de acuerdo puesto que la otra institución era de alto prestigio y habían gastado mucho dinero en la matrícula, pero a Matt le importo poco. Su amigo, su único amigo estaba primero que todo, e iba a protegerlo como nunca.



La nueva sesión con el doctor Valo comenzaba como todas las tardes después de la escuela. El menor se adentró al consultorio que conocía muy bien, había recorrido los nombres de esos libros y hasta se llevaba algunos para leer en sus ratos libres. El chico se sacó el abrigo y la dejó en un sofá junto con su mochila para caminar hasta donde estaba su psicólogo, sentado detrás de su escritorio esperándolo con una seductora sonrisa.


- Buena tarde, doctor Finnish – saludó el chico sentándose en el regazo del hombre quien lo aceptó gustoso

- Buena tarde, joven. ¿Ha tenido un buen día?

- Ahora sí – comentó pasando sus brazos por los hombros del mayor, quien posó sus manos sobre la cintura del chico – He tenido un examen sorpresa de matemática… pero había hecho la tarea y no fue tan difícil – se sonrió

- Ah… Eres un pequeño muy listo – le besó la punta de la nariz

- Te extrañé… - murmuró para luego besar  a ese hombre que amaba tanto

- Yo también – masculló el otro entre sus labios que se buscaban con ansiedad

- Quiero hacerlo… - comentó el chico desabotonando la camisa bordo de su doctor

- ¿Ahora? – sorprendido – No… No… ahora no – tomó las manos del chico entre las suyas y las
estrechó – No podré controlarme… Aquí no

- Por favor… yo no puedo vivir de besos, Ville – hizo un puchero

- Eres tan lindo – se sonrió – El tiempo que tenemos aquí no me alcanzará para hacerte mío por completo… ¿Entiendes?

- ¿Tanto me deseas? – preguntó con una sonrisa divertida

- Más de lo que debería. Así que no me presiones… es difícil para mí tenerte tan cerca y mantener la calma

- También siento lo mismo… Pero… Pero si sólo podemos vernos aquí. ¿Cómo podremos… Este es el único espacio que tenemos

- Sé paciente, pequeño… El tiempo decidirá por nosotros… Créeme tendremos tiempo para nosotros. Pero no ahora.

- Ville… entonces… sólo tócame… Necesito que me toques – suplicó con esos hermosos ojos azules que ya no se veían tristes.


Jake sonreía, se notaba mucho más animado y en su azul mirar no había oscuridad. Valo se sentía tan aliviado de poder ser visto con esos jóvenes ojos llenos de vida y adoración. Sí, adoración hacia su persona. Ya no podía negar que adoraba a ese adolescente tan frágil pero tan fuerte. Veía mucho de sí mismo en ese chico y su complejo narcisista se alimentaba con cada sesión, con cada beso, con cada mirada. Él mismo se sentía más fuerte con el chico a su lado, por fin tenía a alguien que lo amaba sin mentiras, que lo amaba con esa inocencia con la que él supo amar alguna vez.


El muchacho se dejó besar por ese hombre que lo hacía soñar cada noche, que lo distraía en pensamientos impuros y vergonzosos a lo largo del día. Esas amplias manos buscaron su piel bajo la ropa, a pesar de la calefacción estaban frías y se excitó. Adoraba la forma en la que él lo tocaba, era como si se derritiese bajo esas manos heladas. Adoraba el tabaco de sus labios y esa blanca piel que se estremecía bajo sus dientes y lengua.

Valo metió su mano en los jeans del chico ganándose un gemido ahogado contra la piel de su cuello. Jake era joven y sus impulsos sexuales eran menos controlables que los suyos, le gustaba eso del chico. Le gustaba que no escondiese ese amor, ese deseo por él. Con su zurda comenzó un suave y firme movimiento vertical, atendiendo ese cálido y húmedo órgano provocando una respiración agitada por parte del menor y unos lindos sonidos que intentaba acallar con los labios cerrados. No tardó mucho en que un líquido blancuzco se esparciera por el vientre del chico y la mano del doctor.


- Eso fue bastante rápido – se burló el psicólogo lamiendo el semen de su mano

- Ya estaba… estaba excitado apenas entré – admitió el menor acurrucándose contra el pecho del mayor, observando como el otro lamía sus falanges de manera sensual – Eres muy sexy, Ville – susurró con una tonta sonrisa

- Tú lo eres, pequeño… - se relamió los labios y le sonrió galante – Eres lo más hermoso que vi alguna vez, Jake

- ¿Me quieres? – la sonrisa del mayor le hubiese bastado para saber su respuesta, estaba satisfecho con sólo estar entre sus brazos por media hora

- Demasiado… Te quiero demasiado, Jake

- Igual yo…


El menor tomó de la nuca al otro para besarlo, probándolo, probándose en ese tacto tan cálido y tierno. Recorriendo la humedad de la cavidad bucal de su doctor haciendo que el otro lo apretara contra sí, profundizando más el beso.


Aunque se sentía satisfecho con sólo estar esos treinta minutos con él, quería tenerlo mucho más cerca, quería compartir muchos más momentos. Lo quería para él, necesitaba compartir esos momentos tan íntimos que sólo habían compartido una sola vez. Quería acostarse con Ville. Buscaba que lo hiciese suyo una vez más para sentirse curado de una vez por todas.

Su cuerpo ya no tenía muchos indicios de aquel ataque, pero él sentía que aún estaba sucio. Y cada vez que entraba a ese consultorio y su doctor lo tocaba sentía que esas marcas, que la suciedad de los deportistas se borraba por un momento. Sólo quería ser suyo de una vez por todas y borrar toda marca de ese pasado que aún le daba pesadillas. Pesadillas de las que nadie sabía, excepto él y su oscuro ser. Al igual que nadie tampoco sabía que Greg continuaba enviándole mensajes y dejándole correos de voz intentando saber de él. Tal vez su pasado no desaparecería así de rápido.


Cambiarse de escuela había sido bueno, aunque difícil. No quería relacionarse con nadie, desconfiaba de todos pero eso no podría decírselo a Ville. Él debía estar bien, después de todo tenía a un hombre que lo quería, esperándolo cada tarde en ese consultorio.


Terminada la sesión, el chico se fue al restaurante con su madre. En la última semana había estado trabajando como mesero porque el dueño había despedido dos empleados por maltrato a los clientes, y como el chico iba todas las tardes al lugar, lo contrataron. El dueño, John, era muy amigo de su madre hacía varios años, eran socios del restaurante y Jake lo conocía bien. Era un hombre de cuarenta años con una hija de trece que vivía con su madre, ya que él estaba divorciado.


Se puso su uniforme para comenzar a atender a la clientela que buscaba algo que almorzar. Normalmente odiaba tener que relacionarse con extraños pero al menos hacer eso lo mantenía ocupado y lejos de pensamientos oscuros y del aburrimiento mismo. Aparte del hecho de que se quedaba con la propina y con un sueldo de su trabajo. En cuanto tenía tiempo libre debido a la poca gente él se ponía a hacer la tarea en la oficina de John, quien la mayor parte del tiempo estaba atendiendo la caja. La noche llegó y el lugar se ponía en movimiento, en la cocina su madre liderando a los otros cocineros a sacar las órdenes que comenzaban a llagar desde los clientes. John se ocupaba de servir, e incluso de tomar ordenes a los clientes además de atender la caja y preparar tragos. Tres empleados y Jake atendían las mesas, levantando órdenes y llevando platos de la cocina al comedor.
Era bastante trabajo y requería memoria y concentración para no perder la cabeza, pero era lo que el chico necesitaba para poner su mente en algo que no sea él mismo.


- ¿Jake? – llamó una chica preparando un jugo en la cocina

- Dime – el servía salsa en un jarroncito

- ¿Podrías tomar otra mesa?

- Claro… - le sonrió de lado

- La cinco… sé que esta de mi lado pero tengo una mesa de seis y esperan sus comidas

- No te preocupes, Jess. Yo me ocupo

- Gracias, pequeño – la chica pelirroja le sonrió ampliamente y lo vio irse por la puerta hacia el comedor

- Lamento la tardanza – dijo el chico entregando un par de platos con carne de res, ensalada y salsa blanca - ¿Se les ofrece algo más?

- No… Gracias, muchacho – un hombre de mediana edad

- Entonces que disfrute su cena – sonrió afable y se retiró. De la barra donde John atendía tomo dos menús y caminó hasta la mesa cinco junto a la ventana – Buenas noches y bienvenidos… aquí…
- se quedó inmóvil al ver a ese chico de ojos negros con una media sonrisa

- ¿Nos das los menús? Tengo hambre, hijo – un hombre canoso que acompañaba a ese chico que aún lo torturaba por mensaje

- Lo… Lo siento – les entregó los menús – La especialidad de la noche… es corte de res con papas asadas y salsa blanca.

- Mmm… suena bien… tráeme uno de esos con un vino tinto.

- Bueno… tenemos Beaujolais Morgon, Fleurie… Zinfandel y… Cabernet Sauvignon… - dijo algo nervioso

- Ah… una copa de Fleurie estará bien… ¿Qué pedirás, Greg? – el viejo canoso lo miró al pelinegro con atención pero el otro no tenia su atención en él si no en el mesero

- No sabía que trabajaras, Jake – masculló el pelinegro con su sonrisa tan peculiar

- No tenía por qué notificarte – respondió serio - ¿Qué ordenarás?

- ¿Hay sorrentinos?

- De pollo y ricota o de espinaca y ricota – tomó su libreta del bolsillo de su delantal blanco que lo cubría hasta por debajo de las rodillas

- De pollo, por favor…

- ¿Y de tomar?

- Sólo agua… Me alegra verte bien, Jake

- Enseguida vuelvo con su orden – miró al canoso y se dio la vuelta para marchar a la cocina


¿Por qué tenía que verlo? Estando tan bien, ahora tenía que cruzárselo a ese chico por el que todo su calvario había comenzado. Dejó salir un suspiro cargado de cansancio y frustración, mientras destapaba un vino.

Volvió a la mesa y sirvió las bebidas. Sintió la mirada del otro quien ignoraba la habladuría del hombre que lo acompañaba. Volvió a la cocina por algo de pan y vio que los platos estarían en cualquier momento. Regresó y dejó una canastita de pan y después fue a otra mesa para servir mas bebidas y a otra para levantar mas ordenes. En la cocina cogió una bandeja y puso los platos. Respiró hondo y salió.


- Aquí tiene… - depositoó el plato con res frente al viejo – Y… los sorrentinos de pollo – dejó el plato delicadamente y el otro le detuvo el brazo

- Perdóname, Jake… - dijo sin importar que no estaban solos – Yo no quise…

- Que disfruten su cena – dijo para luego alejarse con rapidez por la puerta del baño


Sólo debía olvidarse de eso. Pero sabía que si Greg había sido capaz de algo como eso sería capaz de cualquier cosa. Justo ahora lo necesitaba. Necesitaba ser abrazado por esos brazos tatuados, besado por esos labios rosados, abrumado por ese delicioso aroma a tabaco.

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