Dr. Finnish - Capítulo 18: El Perdón y el Gran Comienzo


- ¿Jake? ¿Estás bien? – una voz lo sacó de sus propios lamentos – Jake… Lo lamento…

- Déjame, Greg – masculló secándose las lágrimas

- Yo… sólo

- Cállate – Vio los pies del otro chico asomarse por debajo del cubículo de donde estaba escondido – No quiero hablar contigo… estoy trabajando

- Estoy haciendo trabajo comunitario para la escuela…

- No me importa

- No fue idea mía… Fue Max. Él hizo eso por su cuenta… intentaron culparme pero…

- ¿Pero? – Jake abrió la puerta para ver al otro quien estaba con su semblante triste mirándolo

- Te dije que no me daría por vencido… pero jamás te haría algo como eso que te hiso Max. Te amo demasiado – confesó

- No tienes idea de lo doloroso que es vivir con esto – Jake se encaminó al lavamanos

- No, no tengo idea… me duele verte así. Me duele sólo el hecho de imaginar lo que sufriste por mi culpa.

- Entonces que duela, Greg – se mojó la cara y lo miro a través del espejo – No vuelvas a hablarme…

- Yo… no puedo hacer eso. Quiero enmendar lo que te he causado

- ¡No! Tuve que mudarme de casa para poder seguir… no podía ni pisar el suelo de mi alcoba por lo que sucedió ¡¿Quieres enmendarlo?! – Se le acercó y lo empujó contra la puerta de un cubículo que estaba cerrada, alguien dentro se sobresaltó – Alguien cuida de mí… Y no me lastima como tú ¿Entiendes eso, Greg? – Posó sus manos sobre el pecho del otro quien estaba sorprendido

- Yo no quise lastimarte… pero lo provocaste… ¡No me tuviste en cuenta! ¿Quién es peor? – lo abrazó y se acurrucó a Jake fuertemente - ¡Me usaste! ¿Cómo crees que me sentí después de eso? Creí que me lo diste todo y luego me dices que amas a un hombre y que me usaste ¡¿Cómo pudiste confesar que me usaste tan abiertamente?! ¡Es porque jamás te importe!

- Suéltame, Greg… - murmuró el chico que trataba de no perder la calma. No quería sentirse reprimido, no quería volver a sentir la violencia contra su cuerpo que comenzaba a temblar – Por favor… Yo… - Su respiración agitada comenzó a causarle mareos

- Yo tampoco merezco esto – fue lo único que dijo para luego arrastrar a Jake fuera del baño, fuera del restaurante.


Corrió detrás de ese chico un poco más alto que él, ese atlético muchacho que sostenía su mano fuertemente que lo llevaba lejos. Su cuerpo solo seguía esos pasos, su mente estaba nublada y no logró decir palabra alguna mientras era arrastrado hacia la calle.

Sus ojos estaban húmedos por las lágrimas que no pudo contener, pero el aire frío de la noche lo reconfortó. Lo recordó a la frescura de las amplias manos de Valo, esas que sabían cómo acariciarlo. Esa helada caricia del aire se asemejaba a su verdadero amor. Ese hombre quien no lo trató distinto, quien lo acogió en sus brazos sin importar nada y dispuesto a todo. Entonces recobró los sentidos y jaló del brazo que lo sostenía. Quedándose inmóvil, observando el suelo sólo por un momento, trató de apaciguar su respiración.


- ¿Dónde estamos? – Preguntó mirando a su alrededor

- No lo sé – contestó el otro con una voz cansada – Tampoco me importa… - se le acercó y lo tomó entre sus brazos – Estoy contigo así que está bien… Te amo, Jake

- No… Ya… Me arrastraste d…


La frase, no la pudo terminar. Esos labios que lo deseaban dolorosamente fueron en su búsqueda y tuvieron éxito. Greg era fuerte. Un jugador de rugby, uno de los más veloces de las escuelas de la zona. Jake se resistió y eso inundó su mente en más recuerdos de esa noche. Si perdía el control de su cuerpo una vez mas no podría soportarlo. ¿Qué sería de él? ¿Volvería a pasar? No sabía ni donde estaba y Valo no iría por él.


Desesperación. Sufrimientos. Temor.


Se escabulló entre los fuertes brazos del atleta y cayó al suelo. Una increíble fortaleza le nació desde las entrañas y corrió. Escuchó la voz de Greg seguirlo detrás de él, pero no pensaba en detenerse a verlo ni escucharlo. Ya no quería saber de él. Ya no quería saber nada de ese viejo Jake que cometió el error de sucumbir a los impulsos más bajos de un humano, la lujuria.


¿Qué había logrado Ville con él? ¿Realmente dejaría ganar a todos esos monstruos bajo su cama? Ya sabía quién era y se lo debía a su doctor. Ya tenía un amigo que le daba el apoyo moral que necesitaba. Había recuperado la relación con su madre. ¿Por qué seguía asustado?


No tenía idea de dónde estaba ni adónde iba, pero se sentía bien correr. Sus piernas comenzaban a dolerle al igual que los pies, aunque la helada brisa le provocaba una experiencia maravillosa. Sentía una libertad única. Ese cuerpo que huía era suyo debido al sublime y gratificante ardor de los músculos que no acostumbraban a moverse tan excesivamente. Jamás se había forzado a moverse con esa rapidez, con esa urgencia. Eso eran sus ganas de vivir.


Se detuvo y se giró para ver al deportista. Una gran sonrisa se dibujó en sus labios, ganándose así una mirada confundida del otro.


- Greg… Lo siento – dijo sin borrar esa sonrisa

- ¿De qué hablas?

- Yo… - suspiró puesto que estaba muy agitado – Yo te lastime primero… Y no te lo merecías – dio unos pasos y se sentó contra la pared de un negocio cerrado – No tengo idea de donde estamos – Carcajeó

- Me asustas… ¿Qué te sucede? – El atleta no se movió de su lugar

- Mientras corría me di cuenta de algo. Hay algo que ambos debemos entender, Greg – el deportista se aproximó quedando ambos bajo la misma luz amarillenta – Todo tiene sus consecuencias. No podemos andar jugando con lo que decimos… o hacemos. Por eso lo siento. Fui un idiota contigo.

- Eso es verdad – Se mofó Greg soltando una efímera sonrisa

- No podemos ser amigos… Pero nos hubiésemos llevado bien en otras circunstancias

- ¿Qué dices? – Rió con los ojos empañados

- Sé que eres un buen chico… ¿Por qué te juntas con Max?

- Ya no lo hago… Pero eso era porque éramos compañeros… tu sabes… en el mismo equipo

- ¿De verdad? – Secó sus lágrimas y algo de sudor con un trapo que llevaba en su mandil - ¿Jamás te hizo eso que me hizo a mí, a ti? – lo miró a los ojos, pero el atleta desvió la suya rápidamente y se sentó a su lado - ¿Lo hizo? – insistió

- Tal vez pienses que estoy completamente loco… dime masoquista si gustas – carcajeó fingidamente y escondió su cara entre sus rodillas – Max me gustaba… Por eso me uní al equipo de rugby – Silencio. ¿Qué se podía decir? – Es cierto que es un idiota… pero por esa razón fui capaz de tener sexo con él. Es demasiado narcisista – rió – Era su puta personal… Cuando quería hacerlo simplemente me llamaba e iba a donde sea que él estaba. ¿Qué obtenía?... Nada

- ¿Y por qué seguiste haciéndolo? – Preguntó con una suave y comprensiva voz, mirando el cielo dándole espacio a ese chico que estaba confesando esos oscuros secretos

- Me convertí en su mejor amigo y podía estar con él cuanto tiempo quisiera… Tenía más prioridad que su novia – carcajeó – No quería darme cuenta de que sólo era su amigo… Él te odiaba porque su estúpida novia quería hablar contigo. Y no le importó cuando se empezó a rumorear acerca de eres gay y eso…

- Entonces… - Jake rió divertido – Entonces sí disfrutó cuando me metió esa cosa en mi boca

- Tal vez… Lamento eso también…

- Olvídalo – hizo un ademan con su mano – Tratemos de volver… Mi mamá se va a poner como loca




Un largo camino al restaurante. Fue silencioso, pero no incómodo. Ambos estaban tranquilos consigo mismo y uno con el otro. Había un aura comprensiva y fraternal entre ambos, como si no necesitasen de palabras para dejar en claro de que las cosas estaban bien a pesar de todo lo que había sucedido.
Habían sido impulsivos e ineptos, no pensaron en las consecuencias y actuaron sin pensar en el otro. Sin embargo, sin decirlo, sin exteriorizarlo, ambos se perdonaban.


Al llegar un patrullero de la policía estaba estacionado frente al restaurante, Amanda estaba histérica y llorando en los brazos de su socio John. Y en cuanto vio a su hijo acercarse desde la vereda de enfrente se abalanzó sobre él, aferrándose a su niño como si esa manera evitara que se vuelva a escapar de ella. La mujer explicó que había estado muy preocupada y le pidió explicaciones. Jake y Greg hablaron con unos agentes de la policía para decir que fue sólo un impulso tonto e infantil.


Otra patrulla no tardó en llegar, del mismo ese hombre delgado, hermoso y fascinante bajó y se apresuró a acercase a ellos.


Su verde mirar reflejaba el rostro del adolescente quien contemplaba a ese hombre, esperando a que dijese algo, pero no fue necesario. Jake abrazó a su doctor y reclamó un beso.

Un beso distinto, un beso sin dolor. Un tacto lleno de vida, joven y vivaz. Sentía una de sus manos acariciar su cabeza y la otra frotarle la espalda, tan cálido y reconfortante. La caricia de esas lenguas mezclando el sabor de ambas bocas, dejando el amargo sabor a tabaco y café se contagiara, al igual que el aroma a cigarrillo y un delicioso perfume de diseñador que penetro e inundo el cuerpo y los sentidos del muchacho, haciendo que ese beso pareciera el primero. Sí, el primero de mucho más besos iguales y más deseosos, más lujuriosos, más dulces y cariñosos.


¿Qué más podían desear?


Las cartas estaban echadas, sólo quedaba esperar. Sabían que eso era algo complicado. Lo suyo sería algo imposible. Pero era innegable que los dos estaban dispuestos desde esa noche que se entregaron uno al otro, desde el momento en que sus labios se tocaron por primera vez revolucionando todos los sentidos que habían sido apagados.


Valo había desoído cada palabra de esa conciencia profesional, ya no quería ser su doctor, era algo más. Su naturaleza, su verdadero Ville estaba ahí, abrazándose a ese chico. Él siempre les decía a sus pacientes que sean felices, pero él mismo no lo era. Estaba vacío, solo y estaba añorando por llenar ese agujero que Jonne había provocado en él años atrás.


¿Quién era ese Jake?


Era un niño torpe quien se buscaba a sí mismo con desesperación. Se vio reflejado y sucumbió ante las suplicas de ese encantador muchacho de ojos azules y sonrisa aniñada. Parecía tan frágil y tan fuerte a la vez que no pudo resistir probar un poco de él. Para la desgracia de su lado profesional y ético, le gustó en demasía y ansiaba probar más. Aguantó hasta que no pudo y sucumbió dejando totalmente de lado cualquier tipo de valor, escuchando sólo a ese corazón que volvía a latir por alguien más.


Greg comprendió que él no podía ser la sombra de ese hombre al que Jake deseaba tanto. La forma en la que ese chico se aferraba a ese hombre, la forma de la que se miraban dejaba en claro que no podía competir. Aunque no comprendía por qué era ese hombre tan especial, decidió sonreír por Jake.


Amanda los contempló con un llanto silencioso. Dejando lágrimas ambiguas, estaba feliz de ver a su hijo con esa mirada tan vivaz, con esa sonrisa tan sincera; pero tenía miedo al no ser ella la que causaba ese bienestar en él. Entendía que Valo adoraba a su hijo, pero era demasiado egoísta y sólo buscaba proteger a lo más preciado que tenia, Jake.


- Separarlos sería una lástima ¿No, Amanda? – le susurró John al oído mientras aún la tenía entre sus brazos

- Lo sería ¿No? – Preguntó mas para sí misma que para su socio

- Es un chico responsable… Déjalo ser, Amanda – el hombre le besó la frente a su compañera y ella se aferró a él hundiendo la cara en su pecho para llorar – Tranquila… yo cuidaré de ti…


¿Qué más se puede decir?


Siempre se está aprendiendo algo nuevo. No hay que dejar de hacer algo porque alguien se los dice.
Hay que buscar ser felices por nuestra cuenta. Pero eso sí, sin lastimar a las personas.


Jake y Ville escucharon su corazón y después de tanto dolor supieron que ganaron un nuevo comienzo. Juntos eran capaces de enfrentar ese mundo. Su amor era muy fuerte… ellos eran fuertes por el amor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario