Capítulo 13: Asco

- ¿Cómo te fue hoy en la escuela? – Valo acariciando las mejillas del joven

- No me gusta ir… pero estuvo tranquilo – le sonrió

- ¿Por qué no te gusta ir?

- Soy odiado por esos niñatos tontos… Pero eso no importa

- ¿No te importa o finges que es así?

- ¿Por qué lo preguntas? – Se puso serio y se alejó un poco del mayor

- Ayer… vi heridas en tu vientre – El muchacho desvió la mirada – Jake – Lo obligó a que lo mirara tomándolo del mentón - ¿Quieres decirme a qué se debieron?

- Eso… Eso fue porque me sentía enojado

- ¿Con quién? – esos ojos verde lo penetraban, buscando una razón lógica para ese comportamiento no normal

- Me sentía muy mal – se puso de pie

- ¿Y por qué te sentías mal?

- ¿Por qué quieres saber? – se puso nervioso y le dio la espalda mirando libros en una de las estanterías

- Soy tu psicólogo. Tu madre me está pagando para que te pueda ayudar

- Pues… No hagas preguntas innecesarias

- Es necesario. Déjame saber – el doctor se levantó y sacó un libro de la estantería donde miraba su paciente – Algunos sociópatas disfrutan auto mutilarse. Se les dice masoquistas…  - El menor le puso atención, no podía resistirse a la encantadora voz de su interlocutor – Si te guardas el dolor que sientes será peor luego… Quiero que confíes en mí ¿Confías en mí, Jake?

- Sociópata ¿Realmente crees que estoy así de mal? – lo miró algo asustado

- No – Sonrió – Sin embargo, eres algo masoquista… - Abrió el libro y se puso a hojearlo

- Estaba enojado… ya lo había hecho antes…

- ¿Qué crees que puedes lograr cortándote? – Lo miró a los ojos - ¿O buscando problemas y golpeando a otros?

- Creo que siempre estuve confundido – bajó la mirada – Me negué. Cada vez que admiraba a algún chico lo golpeaba. Los odiaba. Por ser perfectos

- Tu eres perfecto, Jake. ¿Entiendes eso?

- Todos creen que estoy mal. Nadie sabe quien soy realmente – Lo miró fijo con unos ojos temerosos, los mismos que los de un niño perdido – El doctor Finnish me hace sentir bien… Me hace feliz

- Niño torpe – le sonrió dejando el libro en su lugar – Por favor no vuelvas a lastimarte… Si te sientes mal, sólo habla conmigo de ahora en adelante… - Lo abrazó – Yo puedo ayudarte a encontrar tu camino – le murmuró

- ¿Qué puedo hacer con mi madre?

- ¿A qué te refieres? – se alejaron un poco para verse a la cara

- Siento que ella está harta de mí

- Ella no está harta. Eres su único hijo y te trajo a mí para que te ayudara. Se preocupa por ti. Puede que ella aún no ve que estas creciendo… y creo que hablar con ella, abrirte con ella ayudara con su relación. No te guardes todo para ti. Habla.

- Pero tengo miedo de que ella se sienta culpable de todo…

- Creo que ya se culpa. Por eso debes hablar con ella. Dile como te sientes.

- ¿Lo que siento? No creo estar listo para… - el muchacho apretó los dientes – salir del closet

- Lo harás con el tiempo. No debe ser ahora, solo acércate a ella. Eres el hombre de su vida – le sonrió conciliador – Eres un diamante en bruto

- ¿Diamante? – carcajeó – Entonces… alguien tiene que pulirme… - el menor se mordió el labio inferior y paso sus brazos sobre los hombros del terapeuta - ¿Quiere hacerlo usted, doctor Finnish?

- Eres un demonio, pequeño – Valo sonrió aunque trató de no hacerlo, no quería ponerse en evidencia frente a un adolescente – Tal vez en otra sesión… - aclaró la garganta y se alejó caminando lentamente - ¿Qué hay de tus amigos? – volvió a su escritorio y se sentó en su glamurosa silla

- ¿Te refieres a Matt? Porque solo tengo uno – rió ladeando su cabeza mientras lo observaba

- Bueno… ¿Cómo te llevas con él?

- Bien… Él me apoya. Es bueno tenerlo conmigo, me da palabras de aliento y es divertido a pesar de las cosas que dicen de él. Los de la escuela son crueles… ¿Fueron crueles contigo cuando ibas al secundario? – se sentó en una silla frente al escritorio del doctor

- No lo sé – se encogió de hombros - Jamás me importó lo que se dijera de mí – le dedicó una mirada tranquila – Sólo piénsalo por un momento ¿Es importante lo que los demás opinan de tu vida? No. No es importante. Las personas inconformes con sus propias decisiones, con sus propias situaciones son los que no pueden ver a otras personas disfrutando de sus existencias sin remordimientos. Esos son individuos muy tristes. La tristeza y el dolor nos carcome a todos. No hay excepción, pero hay algunas personas que pueden lidiar con eso. Es parte de la vida. Sé feliz, Jake. Pero jamás lo serás si escuchas las voces que son ajenas a tu vida. Ninguno de ellos forma parte de ti ¿Por qué escucharlos? – hizo una pausa para acomodarse en su silla y continuó – Dentro de poco serás un hombre que vivirá libre con el resto de nosotros y deberás lidiar con montones de voces tristes. No seas torpe y sé feliz.



Los finos labios de Jake manifestaron una sonrisa. Amaba a ese doctor, sin dudas lo amaba. Cada una de sus palabras, cada uno de sus gestos, cada expresión y cada movimiento, le gustaba todo. Quería ser feliz, quería más que nada liberarse de ese malestar en el que había estado viviendo durante sus mejores años de adolescencia. Iba a ser difícil, pero tenía a su doctor con él.

- Prepararé algo delicioso para ti… ven mañana a mi casa. – recargó los codos sobre el escritorio y luego apoyó su cara entre sus manos

- ¿Qué dices? – se sonrió de lado ante la invitación – Trabajo hasta tarde mañana

- Mi mamá no regresa hasta las once… Te esperaré

- Salgo a las ocho.

- Entonces te espero a las ocho y media. ¿Qué te parece? Puedes darte una ducha en tu departamento o… puedes ducharte conmigo… - sonrió pícaro

- Tentador…

- ¿Qué te gustaría comer?

- Lo que tu desees prepararme… con tal de que tu lo hagas está bien, sé que será delicioso

- Ah… - el chico bajó la mirada y se escondió entre sus manos, estaba avergonzado

- ¿Te avergoncé? – rió – Que lindo…


Se escuchó que llamaban a la puerta.

- Se nos terminó la sesión – Valo se puso de pie

- Eso fue muy pronto… - el menor también se levantó

- Los miércoles siempre tenemos menos tiempo – lo ayudó a ponerse la campera y luego la mochila

- ¿Entonces vendrás? – el muchacho lo miró atento

- Mañana a las ocho y media en tu casa. ¿Quieres que lleve algo?

- Pues… Aún no sé qué te prepararé

- Bueno… cuando lo decidas envíame un mensaje y lo compraré. No reparare en gastos, pídeme lo que sea. ¿De acuerdo?

-


El menor sonrió ampliamente y paso sus brazos por la cintura del doctor quien correspondió el abrazo. Se besaron con lentitud, ninguno de los dos parecía querer soltarse jamás, pero debían hacerlo. Se dedicaron una última mirada y Jake se fue de la oficina.



El muchacho volvió a su casa con una sonrisa impregnada en su rostro, no podía esperar a la noche siguiente. Estaba ansioso y se puso a leer unos libros de receta apenas se quito el uniforme. No estaba seguro de que elegir. Qué era apropiado para una cena con quien te gusta, eso no lo sabía. Debía preparar algo con lo que dejase boquiabierto a Valo, quería impresionarlo, quería cocinarle a quien adoraba.
Apartó varias recetas marcándolas con distintos señaladores, que su abuela había hecho ella misma con papeles brillantes y coloridos, y se puso a cocinar algo ligero para cenar con su madre. Cuando ella llegó pasadas las once, él la recibió con una sonrisa.

- Preparé algo de puré de calabaza y unos filetes de pollo

- Ah… - Amanda dejó su bolso en el respaldo de la silla de la cocina junto con su abrigo y bufanda - ¿Fuiste al psicólogo, hoy?

- Sí… - el menor le dejó un palto frente a su madre quien se acomodaba en su silla – Fue… productivo

- ¿A sí? – la mujer lo observó hasta que el menor también se sentó para comenzar a comer de su plato

- Sí. Me ayudó a darme cuenta de varias cosas esta tarde ¿Quieres algo de soda?

- No… solo agua – suspiró y dio una probada a su puré anaranjado – Entonces…

- Má… - el chico no quitó la mirada de su plato – He sido muy torpe y egoísta contigo y con la abuela. Le di mucha importancia a cosas tontas. Yo no quería que te sintieras mal por mi culpa… Yo no quiero que seas infeliz por mi culpa – levantó la vista y su madre lo miraba algo sorprendida – Lo lamento… Lamento haberte gritado la otra noche. Jamás quise ser un peleador, pero era lo único que supe hacer en ese momento. Perdón por haberte causado tanta infelicidad, mamá

- Yo no soy infeliz… - dijo la mujer con un hilo de voz. Ella miraba a su hijo con ojos de los cuales comenzaban a brotar unas lágrimas – Estaba triste por ti… Eres mi hijo y creí que algo estaba haciendo mal. Ya no eres un niño y no sabía – suspiró secándose las lágrimas – Aún no sé cómo cuidar de un niño… De un jovencito que crece y crece cada día – Sonrió con lágrimas aún corriendo por sus mejillas – Ese doctor si es bueno

- Lo es… Es un buen doctor – el chico se levantó de su silla y fue a abrazar a su madre quien lo estrujó con fuerza



**
No había podido dormir mucho por la noche, ya que la visita de Valo a su casa lo tenía intranquilo. Y no cambió mucho su actitud a lo largo del día. En la escuela habló con Matt, quien también se emocionó y no paró de hablarle y darle ánimos para que todo saliera bien en la noche. Greg lo observó desde lejos había vuelto a juntarse con sus compañeros atletas, reían juntos en la mesa que compartían con unas porristas. Por un momento pensó en él, no había querido hacerlo sentir tan mal. No se negaba el hecho de que había sido cruel con él, había disfrutado el sexo con el atleta pero lo había usado para calmar su libido. Lo lamentaba, pero tenía a alguien en su cabeza y dominaba las sensaciones de su cuerpo.


Al salir de la escuela luego de varios talleres, Matt acompañó a su amigo a hacer las compras y luego hasta su departamento. Ambos se pusieron a ordenar la casa de Jake, lavaron ropa, limpiaron pisos y sacaron el polvo de los muebles. En poco tiempo el lugar había quedado completamente limpio. Mientras Jake preparaba la masa para los brownies, Matt se dedicó a batir la crema para que quedara en el punto que se requería para le receta. Poco después de las siete de la tarde Matt se fue del departamento. Los brownies ya estaban listos y enfriándose en la heladera, el plato principal era muy sencillo de preparar así que se encargaría de él cuando Valo llegará. Terminó de ordenar la cocina y se metió a duchar.
Mientras se enjuagaba el shampoo del cabello, escuchó un ruido, era la puerta del departamento abriéndose. Se sobresaltó y se apresuró a salir de la ducha, se secó un poco y se puso unos bóxers color azul.

- ¿Mamá? – Llamó saliendo de su baño. Era demasiado temprano para que ella regresara a casa. Pero tal vez se sentía mal - ¿Má? – Salió del cuarto y se encontró con una figura masculina mucho más alta que él

- Hola, pequeña – sonrió el atleta rubio

- ¿Cómo entraste? – retrocedió

- No soy inútil como tu – le sonrió y lo empujó haciendo que retrocediera mas – Espero no te moleste, invité a unos amigos.

- ¿Qué quieres? Ya vete… - trató de salir del cuarto pero el rubio se lo impidió - ¿Cuál es tu problema, Max?

- Eres una putita… - le murmuró mientras otros dos entraban a la habitación – Y las putitas disfrutan de esto…


Le dio un golpe en la cara tumbando a Jake sobre su cama, se carcajearon. El muchacho se puso de pie y se defendió respondiendo al ataque con un golpe a Max. Fue lo peor que podría haber hecho. Los tres saltaron a atacarlos, eran chicos fuertes y altos, mucho para un chico menudo y más bajo que esos deportistas. Lo golpearon hasta que lograron inmovilizarlo. El chico no podía moverse debido a los golpes ya que tenía sus muñecas atadas a sus tobillos. Dos de los atletas lo tomaron y rompieron su ropa interior, uno de ellos lo penetró lastimándolo, mientras que el otro metió su pene dentro de la boca de Jake.

Max permaneció de lado con su celular filmando lo que se llevaba a cabo frente a sus ojos. Jake gemía con lágrimas de dolor, tratando de gritar para que sus vecinos escuchasen algo, pero con ese miembro en su boca, moviéndose sin parar, ahogándolo.

Cada estocada del otro atleta lo rompía, su interior ardía y las palabras, esas blasfemias que le decían con esas voces que le daban nauseas rompieron su alma. Dejó de luchar, se dejó hacer. Pensó en lo patético que era en realidad, en lo patético que sería él entrando a la escuela luego de algo como eso.

- Oigan… - llamó Max – Van a ser las ocho. Las chicas están esperándonos – guardó su celular en el bolsillo del pantalón

- De acuerdo… sólo déjame terminar – gimió el que penetraba al chico por la boca

- Es hombre… pero se sintió bien – el otro atleta se salió de Jake y se acomodaba los pantalones

- Te lo dije – se sonrió Max

- Ya… - el otro se puso de pie alejándose de la cama – Vámonos antes de que se enojen – se acomodó los pantalones también

- Cariñito… - el rubio se acercó hasta el chico que yacía en la cama con lagrimas y semen que goteaba de su boca – Pórtate bien… y no vuelvas a meterte con ninguno de nosotros. Ten cuidado con lo que dices y con quien te acuestas – acarició su negra y lacia cabellera mientras uno de los acompañantes le desataba las cuerdas


Finalmente se fueron dejándolo acostado en su cama. Se irguió con mucha dificultad e intentó levantarse pero fue inútil, le dolía y tampoco tenía muchas ganas de moverse. Se quedo acostado y se limpió con las sábanas el semen de su boca.


Se sentía asqueroso. Se creyó un perfecto asco, sucio, sin nada que valga la pena en él. Avergonzado de sí mismo. Se preguntaba por qué había pasado eso, y recordó lo que Max le había dicho. ‘No vuelvas a meterte con ninguno de nosotros’ eso había dicho. ¿Qué significaba eso? Él no había hecho nada contra ellos, se había mantenido alejado de esos deportistas, había vivido su vida tranquila junto con Matt. 



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