Dr. Finnish - Capítulo 14: Sabor a Lágrimas
Se puso a llorar en silencio, estaba muy enojado y apenado de sí mismo. Escuchó la puerta del departamento abrirse, hacia un rechinido al abrirse. No tenía idea de que hora era, así que temió que fuese su madre. Se levantó como pudo y cerró la puerta de su cuarto.
- ¿Jake? – Era su voz, la voz de su doctor
- Ville – abrió la puerta y lo vio. Se largó a llorar
- ¿Qué sucedió? – Valo lo tomó en sus brazos – Jake… ¿Qué pasó? Estas… Tienes sangre…
- Lo lamento… no pude defenderme… Eran demasiados… - sollozó entre lágrimas
- ¿De qué hablas? ¿Te atacaron aquí? ¿En tu casa?
- Sí… - se abrazó al doctor con más fuerza
- Lla… llamaré a la policía… y a emergencias – lo ayudó a levantarse y lo llevó de nuevo a su cuarto. Donde lo sentó en una silla que tenia – no podrás limpiarte… así que solo vístete con ropa vieja… - suspiró buscando en unas gavetas - ¿Hace cuanto fue? – le extendió ropa
- No lo sé… se fueron antes de las ocho – se puso a vestir con lentitud
- Bien… ¿sabes quienes fueron?
- Tal vez…
- Bien – sacó el teléfono de su bolsillo y marcó a emergencias para pedir una ambulancia
La policía llegó antes que la ambulancia, los agentes tomaron unas fotografías del cuarto y tomaron muestras del semen que había regado en las sábanas del chico. Le hicieron unas preguntas pero Jake no quería contestar quienes eran, no quería ser un soplón. Sin embargo si decía algo o no daba lo mismo, tenían el semen de los dos que abusaron de su cuerpo. Valo les dio una pista, les contó acerca de lo que había pasado con su paciente hace varias semanas, les dijo que eran deportistas de la escuela secundaria en donde iba el muchacho.
Pronto un par de personas con pantalones verde agua entraron con una camilla, esperaron hasta que Jake terminara de contar lo que pasaba y lo llevaron al elevador. Valo se encargó de cerrar la puerta del departamento y despidió a los oficiales, para bajar con su muchacho hasta planta baja. Allí, en la recepción del edificio se encontraron con Amanda y el doctor le dijo que su hijo no estaba grave y que ella debía acompañarlo a la clínica.
Apenas la ambulancia se fue, Ville buscó en el estacionamiento su auto y se puso en marcha hasta la clínica en la que trabajaba unos que otros días.
Estaba furioso. Supo mantenerse tranquilo frente a Jake y su madre, pero estaba que explotaba. No cabía en su cabeza la razón de por qué le había pasado todo eso un chico tan bueno como su paciente. Mientras conducía suspiraba tratando de tranquilizarse. Él entendía la razón. Entendía cómo eran los chicos, sabía que era una edad muy compleja y cualquier cosa estallaba un comportamiento tan cruel e irracional. Había estudiado años la psicología del adolescente, aún seguía estudiando.
Recordó la razón del por qué se había convertido en eso que era. Apretó los dientes y maldijo en finés. ¿Crueldad? Él sabía a la perfección qué era eso, lo había vivido en carne propia. Él había sido muy cruel.
Cuando Jake le preguntó si había padecido maltrato en la escuela él rápidamente dijo que no le importaba eso. Mintió. No es que no le haya importado, sino que él era del tipo que maltrataba. Meterse con personas más grandes y problemáticas le agradaba, sentirse parte de un grupo de jóvenes con poder sobre otros le hacía sentir bien.
Recordaba bien a Jonne, el primer hombre del que se enamoró. Era un chico de veintitrés años que conoció cuando tenía quince años. Jonne no era el jovencito del año, no era del tipo de muchacho del que todo padre estaría orgulloso. Él era un problemático que le gustaba beber, tocar la batería y tener sexo con quien sea que tuviese cara linda. Ese chico, ocho años mayor que Ville, lo introdujo a un mundo donde las luces que los iluminaban eran color rojo y las paredes que los rodeaban estaban empapelados de un tapiz barato color magenta. Durante mucho tiempo Valo solo vivió bebiendo alcohol, teniendo sexo con desconocidos y robándole a varios distraídos sólo para proveer de dinero suficiente para Jonne. Estaba enamorado de la belleza del mayor. Jonne era un hombre encantador, una dulce y fina voz, un rostro que no hacia diferencia al de una linda mujer, una hermosa cabellera rubia y un delgado cuerpo, muy delicado y bello.
Valo dejó la escuela antes de cumplir diecisiete ya que no soportaba estar con chicos tan tontos, los de su edad no le agradaban, estaba perdido en un mundo prohibido. Estaba perdido entre las esbeltas piernas del que lo sedujo siendo un niño. Pero no duró mucho para que Jonne encontrara un nuevo niño y lo dejase apartado. Fue entonces luego de una pelea callejera con los amigos de su amante donde lo lastimaron de gravedad cuando Ville se dio cuenta de que jamás podría vivir de esa manera. Era imposible ser feliz rodeado de personas que carecían de moral, de juicio ético. Volvió a la escuela y agradeció a sus padres por dejarlo vivir con ellos hasta que pudiese terminar el secundario. Siguió metiéndose en problemas a pesar de que estaba dispuesto a dejar esa forma de ser, pero lo hizo para defender la poca dignidad que le quedaba como hombre. Para sus compañeros era una vergüenza, una puta con la que podían acostarse por unas monedas.
Fue tormentoso para él. Un año entero esforzándose en no perder la cabeza. Sólo fue un año, luego se mudó y vivió por sus propios medios mientras iba a la universidad y estudiaba el doctorado de psicología. Se hizo de nuevas costumbres, nuevos amigos, una nueva personalidad, aunque ese chico que supo ser jamás desapareció. Su cuerpo quedo marcado con las locuras que había cometido. Asumió que esos tatuajes eran el vestigio de lo que supo ser y continúo adornado su cuerpo aun después de recibirse de doctor. Había cosas que ni él podía evitar, eran parte de su persona, eran su esencia.
Se bajó de su Mustang dejándolo en el estacionamiento en un lugar donde estaba su nombre escrito. Respiró del frio aire nocturno y caminó con lentitud, debía estar calmado. Era el psicólogo después de todo ¿Y si él no estaba sereno quien se encargaría de mantener la cordura?
Paso por la recepción de emergencias donde mucha gente estaba sentada esperando a que una enfermera los llame. Saludó algunas enfermeras que caminaban de aquí para allá con cosas en sus manos, caminó hasta la pizarra de los pacientes y leyó cuidadosamente. Estaba en el cuarto número cuatro, era individual y tenía puertas. Caminó por esos pasillos color naranja pastel esquivando a sus compañeros que iban apresurados de un lado para otro. Cuando llegó se topó con Amanda quien esperaba fuera del cuarto sentada en un banco color blanco contra la pared. Tenía lágrimas en los ojos y su maquillaje estaba corrido, se abrazaba a sí misma y sollozaba en silencio.
- ¿Están atendiéndolo? – preguntó con una voz ronca
- Sí… No sé qué paso… él no quiso decirme – hizo una pausa para limpiarse las lágrimas con su pañuelo de papel – Los policías me dijeron que fue un ataque… se… sexual – se largó a llorar
- Así fue, Amanda – Valo se sentó junto a la mujer y frotó su espalda para tranquilizarla – Él estará bien. Yo lo ayudaré a pasar por esto. Amanda – murmuró con esa voz tan grave – Tiene un hijo maravilloso y es muy fuerte. No dejaré que él se ponga mal. Lo cuidaré.
- Doctor… - lo miró con esos ojos azules, los mismos que los de su hijo, pero estaban tan tistes – Gracias por ir a salvar a mi Jake… - Valo tragó en seco – Gracias por ayudarlo
- Yo… - Aclaró la garganta – Yo sólo acudí a su llamado
- Él confía mucho en usted… Lo llamó a usted… no a mi
- Amanda – Valo suspiró y tomó las manos de la mujer que comenzaba a llorar – Se siente muy avergonzado en estos momentos… Un chico no quiere que su madre lo vea así. Por favor no se lo tome a mal. Él se siente muy mal, es muy vergonzoso para alguien sufrir este tipo de situaciones. Y puede cambiarlo para siempre si no lo ayudamos. Así que por favor, no lo trate como una víctima. A él no le gusta eso. Es por eso que se ha comportado tan violento en la escuela, él no quiere ser una víctima. ¿Entiende eso? Él es un hombre, después de todo – le sonrió conciliador
- ¿Le dijo por qué peleaba tanto? – la mujer lo miró atenta
- Eso es confidencial. Es algo que queda entre mi paciente y yo. Él decidirá si se lo dice o no. Por favor no se ofenda, Amanda
- Descuide… - bajó la mirada – J siempre fue muy retraído y más cuando comenzó a crecer y ahí fue cuando se volvió tan problemático – Suspiró – Supongo que esperaré por él
La puerta del consultorio se abrió y de ella salieron dos personas. Un enfermero y un médico de bata blanca. El psicólogo y la mujer se pusieron de pie al instante que se abrió la puerta.
- Soy el doctor Henry Dixon – se presentó guardándose una pluma en el bolsillo de la bata
- Yo… Soy Amanda Poove, la mamá ¿Cómo esta? – preguntó la mujer muy acongojada
- Le dimos algo de analgésicos para el dolor y la inflamación. No perdió tanta sangre, aunque tiene un desgarro que le causará dolor varios días. Tiene signos de abuso claros en todo su cuerpo. Enviamos muestras de sangre y semen que encontramos al laboratorio para que la policía pueda trabajar con eso. Además ayudará a saber de alguna enfermedad de transmisión sexual que pudo ser contagiada – el médico suspiró – Puede pasar a verlo… Mantenga la calma, ya que está muy sensible…
- Gracias… Gracias… - la mujer estrechó la mano del médico y corrió hacia la habitación
- Hoy no es tu día, Valo – el médico lo miró de pies a cabeza
- El chico es mi paciente, Henry. Él me llamó para que lo socorriera.
- Lamento que le haya pasado eso – bajó la mirada y apoyó una de sus manos sobre el hombro de su colega – Tiene cortadas en su vientre… y heridas en su cuello que no parecen nuevas
- Lo sé… - Valo se refregó la cara con una mano - ¿Cuándo le darás el alta?
- Tal vez antes de que termine mi ronda por la mañana…
- Bueno… Gracias, Henry. Buen trabajo – trató de sonreír
- Es mi trabajo, Ville… - le palmeó el hombro – Ahora es todo tuyo… Te lo encargo – el médico se fue
El chico vio a su madre acercarse por la puerta del cuarto, intentó acomodarse para recibirla pero estaba mejor acostado de lado, así que no se movió. Su madre acercó una silla y le tomó la mano con fuerza, aún tenía lágrimas que salían de manera involuntaria de sus ojos.
- Estoy bien, má… Deja de llorar. No voy a morirme – bromeó con una sonrisa el chico
- ¿Cómo puedes bromear en una situación así? – Lloriqueó
- ¿Qué puedo hacer? – hizo una pausa para que su madre respondiera pero no lo hizo, sólo lo miró con el ceño fruncido – Lo único que puedo hacer es seguir…
- Te cambiaré de escuela – sentenció su madre – En cuanto puedas ir a la escuela iré contigo a solicitar el traslado a la escuela pública que hay cerca del restaurante
- De acuerdo – le sonrió
- Mi pequeño… - la mujer besó las manos de su hijo quien permanecía con una sonrisa triste – No te mereces vivir así… No sé porqué eres castigado con esto. No entiendo por qué unos niños te harían algo así. No entiendo…
- Yo sé porque lo hicieron… sé por qué me odian – El chico observó a su madre con esos ojos azules que estaba rodeados por ojeras de no haber dormido bien la noche anterior
- ¿Por qué lo hicieron? – Amanda se sintió muy temerosa ante la expresión tan triste de su hijo - ¿Por qué, bebé? Dime…
- Soy homosexual… y ellos saben que es así… la escuela entera lo sabe – Explicó sin dejar de poner atención al rostro de su madre quien tenía los ojos como platos. La mujer trató de hablar pero de su boca nada salió – Perdóname. Pero creo que siempre lo supe. Peleaba porque no quería sentirme así… creo que por eso estoy siendo castigado – su madre le soltó las manos y se puso de pie
- ¿Mamá? – susurró el chico con una mirada completamente temerosa
- No puedo creerlo – susurró la mujer – Tú no tienes la culpa, hijo… - lloriqueó – Las personas son muy tontas – se acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza, dejando muchos besos en su cara – Yo te amo… Eres mi bebé
- Yo también… te amo, mamá – sollozó el chico aferrándose a la espalda de su madre
Jake tenía mucho miedo de que su madre lo dejara ahí, y se fuera corriendo. Temió a que su madre también sintiera asco de él y que huyera, pero no podía ocultar quien era. Con las palabras, con ese abrazo de su madre las fuerzas que lo hacían sonreír se fueron y se quebró. No podía contener el dolor infernal que sentía dentro de sí. Un dolor que lo quemaba que no podía expresarse solo con lágrimas. Su garganta, su cuerpo, su pecho, su estomago, todo le causaba dolor.
Su madre fue por algo de beber a la cafetería y Jake aprovechó para hablar con su doctor quien estaba sentado fuera del cuarto. Valo paso y cerró la puerta tras de sí. Se sentó en la silla donde había estado Amanda, y se observaron en silencio. El chico tenía sus hermosos ojos sumidos en un inmenso dolor y eso provocó un malestar más fuerte en el estómago del mayor.
- Se lo dije… le dije que soy gay – comentó el menor extendiendo su mano al doctor
- Ya veo – El mayor apretó la mano del chico contra las suyas y la beso con fuerza – Hiciste bien
– Le sonrió
- Bésame antes de que ella vuelva… por favor – suplicó
- Pequeño… - se enderezó un poco y alcanzó la boca del menor quien lo recibió con los labios abiertos
Un beso lento. Como ese último que se habían dado en la última consulta. Sus lenguas se acariciaron de manera gentil y dolorosa a la vez. El menor sintió que algo cayó en su mejilla y corrió hasta sus bocas, dejando su salado y triste sabor.
- Lo lamento – dijo Valo regresando a su lugar para secarse unas lágrimas que corrían por sus mejillas – No debería llorar por mi paciente – Sonrió y volvió su mirada al chico quien permanecía con sus labios entre abiertos mirando hacia el techo
- No soy tu paciente… Soy más que eso – pasó sus dedos por donde habían caído esas saladas gotas de agua, llevó sus dedos hasta su boca y los lamió. Amaba sentir ese salino sabor, ese sabor al dolor.
- ¿Qué haces? – rió el doctor
- Acabo de darme cuenta que amo el sabor de tus lágrimas – lo miró con un sonrisa dulce, pero el
mayor sólo bajó la mirada – Estaré bien… Lo tengo a usted… El doctor Finnish
- Mi pequeño niño torpe… - el mayor levantó la vista con una triste sonrisa en su rostro – Cuidaré mejor de ti ahora en adelante
- Cuide de mi, doctor – se burló el chico sonriendo ampliamente
- Disculpe – la madre del menor se sorprendió al abrir la puerta
- Descuide… Ya me iba. – se puso de pie – De seguro le darán el alta mañana por la mañana así que los llevaré hasta la jefatura a realizar la denuncia propiamente.
- No tiene que molestarse, doctor
- Déjeme hacerlo, por favor… - Valo miró hacia donde estaba el chico quien le dedicó una tierna sonrisa – Los dejaré solos… Descansa, pequeño – El mayor acarició la cabellera de su paciente – Por favor, si necesita de algo no dude en llamarme. Trabajo en esta clínica por lo que conozco a la gente aquí… Amanda… Descanse
- Gracias nuevamente, doctor – la mujer se acercó a Ville y lo abrazó con fuerza
- Mamá… Vas a romperlo con esos abrazos tuyos – se quejó el chico con una media sonrisa
- Tú calla y duerme – su madre lo miró algo divertida
- Los veré luego – Valo se retiró
- Es un buen hombre ¿no? – Amanda entregándole a su hijo una botella abierta - ¿Qué te dijo? – le dio un popote
- No mucho – bebió del líquido sabor a frutos rojos
- Él… ¿Sabe que eres…? – titubeó la mujer
- Él me hizo darme cuenta – sonrió apenado
- ¿Cómo?
- No sé… pero luego de hablar con él, de alguna manera lo supo antes que yo.
- ¿Entonces por eso peleabas?
- Si lo pienso, sí – Dejó la bebida en manos de su madre
- Perdóname, Jake – murmuró su madre – Jamás hubiese pensado que algo así te torturaba – comenzó a lloriquear
- Ya… No quiero que llores – frunció el seño – Seremos felices de ahora en adelante. Así que no llores.
- No puedo creer que esto te haya pasado – se cubrió la cara con las manos - ¿Cómo paso eso? No puedo entenderlo
- Ya basta, mamá… - el chico se cubrió la cabeza con las mantas y masculló – Fue venganza… por eso me hicieron esto. Lastimé a uno de sus amigos.
- ¿Cómo dices? – gimió su madre mirando a su hijo tapado - ¿Qué le hiciste?
- Sé enamoró de mi… Pero él no me gusta y lo mandé a volar – unas lágrimas comenzaron a agolparse en sus ojos – Por eso me violaron – gimió
- Pues… - su madre trataba de mantenerse calmada pero era obvio que no podía evitar sentir culpa por el dolor de su hijo – Esos son unos hijos de puta. Y… y por la mañana iremos a denunciarlos y les dirás… le contarás a la policía quienes fueron. No te quedarás callado. Dirás todo. Esos pendejos de mierda no pueden quedar libres luego de lo que te hicieron. ¿Escuchaste? – trató de destapar a su hijo pero no lo logró, este se aferraba a sus cobijas con fuerza.
Salado. Sus lágrimas eran saladas, pero las lágrimas del doctor tenían un sabor único. Al igual que sus besos, al igual que el perfume de su piel, al igual que la suavidad de sus risos castaños, le provocaban sensaciones únicas a su joven cuerpo. Ese cuerpo que ahora dolía y no parecía ser suyo. Ese cuerpo que había entregado a ese hombre extranjero para calmar su sed, sus deseos y la añoranza de ser amado por alguien quien comprendiese como se sentía en realidad. Esa noche lo necesitaba a su lado. Sin embargo, él no estaba. Y en sus jóvenes labios, que necesitaban borrar los rastros de ese asqueroso deportista, aún permanecía el sabor a lágrimas más delicioso que había probado alguna vez.
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